He leído recientemente una reseña del libro: Horizons: A Global History of Science (Horizontes: Una historia global de la ciencia), Penguin 2022, cuyo autor, James Poskett, es un profesor asociado de Historia de la Ciencia y la Tecnología en la Universidad de Warwick, UK. Aunque probablemente esta universidad no os suene casi nada, en realidad es una buena universidad del Reino Unido, muy por encima de cualquier universidad española en los rankings internacionales. Además, Poskett hizo su doctorado en Cambridge, una de las mejores universidades, si no la mejor, del mundo. Sin embargo, estoy en total desacuerdo con él, que según la reseña: “desmiente el mito de que la ciencia comenzó en Europa; en cambio, celebra cómo los científicos de África, América, Asia y el Pacífico fueron parte integral de esta historia tan humana”
Por supuesto que la ciencia moderna nació en Europa y no es cuestión de celebrar cosas imaginarias pues confunden al estudiante y mas aún al lector profano. La Ciencia (y la música sinfónica, el teatro y muchas otras cosas) es claramente un producto europeo, hija de la filosofía griega (también europea) pero que nace con retraso de muchos siglos, tras el renacimiento, pero una vez despierta avanza a pasos gigantescos hasta hoy en día. Por supuesto que hubo observaciones astronómicas/astrológicas en Mesopotamia, Persia, etc. Los egipcios hacían extraordinarias pirámides al igual que los aztecas y otros pueblos de mesoamérica. Los chinos descubrieron la pólvora y la brújula en el s IX, pero ninguno de estos pueblos ha contribuido mucho, o mejor casi nada, a la ciencia moderna para que merezca salir en la foto. Claro que no es lo que piensa Poskett. La reseña sigue así: “Se nos dice que la ciencia moderna fue inventada en Europa, producto de grandes mentes como Nicolaus Copernico, Isaac Newton, Charles Darwin y Albert Einstein. Pero esto está equivocado. La ciencia no es, y nunca ha sido, un esfuerzo exclusivamente europeo”. Estoy de acuerdo que hoy en día la ciencia no es exclusivamente europea, que yo sepa nadie ha dicho esto, pero si que nació y se desarrolló en Europa en el s XVII.
Es casi un lugar común, y está bien documentado, que el método científico moderno (es decir científico sin más) nace a comienzos del s XVII en Europa. En general se nombra a Galileo Galilei como el precursor, y en concreto a su libro “Discursos en torno a dos nuevas ciencias”, escrito en italiano en 1638. La astronomía ya había tenido antes grandes adelantos. Johannes Kepler, por ejemplo, había publicado sus leyes sobre las órbitas de los planetas a principios de siglo: en 1609, Astronomia Nova, y en 1619, Harmonice Mundi. El mismo Galileo publica en 1632, ya en italiano, el Diálogo sobre los dos sistemas máximos del mundo (Copernico-Ptolomeo) que le enfrentó con la iglesia católica. La mecánica, terrestre y celeste, culmina en este siglo, con Isaac Newton y su libro de 1687: Principia Mathematica Philosophiae Naturalis, donde introduce, además de las leyes de la dinámica, la gravitación universal y desarrolla el cálculo infinitesimal.
Yo, que he sido “magnético”, soy partidario de retrotraer el comienzo de la ciencia argumentativa y experimental a William Gilbert, médico de la reina de Inglaterra, que publica en el año 1600 “De Magnete”, “un tratado sobre el imán, el magnetismo de los cuerpos y del gran imán que es la Tierra, con múltiples argumentos y experimentos”. Este trabajo, sin embargo, no tiene continuidad inmediata, y el electromagnetismo tiene que esperar hasta el sXVIII y XIX para desarrollarse, con Franklin (1752): Rayos y pararrayos, Coulomb (1777): Fuerzas eléctricas entre cargas, Galvani (1786): Electricidad animal, Volta (1800): La pila eléctrica, Oersted y Ampère (1820): Fuerzas magnéticas, Faraday (1821): La inducción electromagnética, Ohm (1827): El circuito eléctrico, y finalmente la culminación con Maxwell (1861): Ecuaciones de Maxwell y (1873): el “Tratado de electricidad y magnetismo”.
El siglo XVII también ve nacer la química con Robert Boyle (1627-1691), que fue el último de los alquimistas y el primero de los “químicos”, famoso por la Ley de su nombre. De todas formas, los auténticos avances de la química se dan a finales del sXVIII, con Antoine de Lavoisier Réflexions sur le phlogistique (1783), Proust “Ley de las proporciones definidas” (1795) y culmina ya en el XIX con Dalton Teoría atómica (1803)
Hasta aquí todos, salvo Benjamin Franklin, son europeos, pero hay más:
Una muestra del empuje de la ciencia en el sXVII en Europa, y solo en Europa, es la creación de academias e instituciones públicas para su fomento. La primera es La Academia Nacional de los Linces, (Accademia Nazionale dei Lincei) Fundada en 1603, con sede en el Palazzo Corsini en Roma, lamentablemente desaparecida más tarde.
L’Académie Française fue fundada por Richelieu en 1635, para «..que les sciences et les arts y fleurissent et que les lettres y fussent en honneur aussi bien que les armes». Esta academia, sin embargo, es más parecida a la Real Academia de la Lengua española y no es exclusivamente científica.
La Academia alemana de las ciencias naturales Leopoldina (Deutsche Akademie der Naturforscher Leopoldina) se fundó en 1652 en Schweinfurt y se afirma que es la sociedad científica más antigua del mundo.
La “Royal Society of London for Improving Natural Knowledge”, o simplemente la Royal Society es, según la Enciclopedia Británica, la sociedad científica nacional más antigua del mundo pues, aunque se fundó oficialmente el año 1662, ya existía desde 1645 un grupo de científicos que se reunía con cierta periodicidad para discutir sobre «Nueva Filosofía» o «Filosofía Experimental».
La Académie des Sciences, una de las 5 que componen el “Institut de France” fue fundada en 1666 para: “Animar y proteger el espíritu de la investigación, y contribuir al progreso de las ciencias y de sus aplicaciones”. Fue la primera que adoptó el sistema métrico decimal.
La Academia Prusiana de las Ciencias (Preußische Akademie der Wissenschaften), conocida también como Academia de Berlín, fue fundada en 1700 por el Príncipe elector Federico III de Brandeburgo. Su primer presidente fue Leibnitz, que había desarrollado también de forma independiente, el cálculo infinitesimal, en paralelo a Newton.
La Academia de Ciencias Rusa fue fundada por Pedro el Grande en 1724, en Petrogrado.
Todas estas instituciones son europeas y fundadas durante el s XVI y principios del XVIII. ¿Poca cosa para atribuir a Europa la maternidad de la criatura científica? Veamos qué contribución han podido tener América, África, Asia y el Pacífico.
América entró en la rueda científica muy pronto, impulsada por la colonización europea, claro. Por ejemplo, Antonio de Ulloa ya había aislado el platino, estando en Ecuador, descubrimiento que publicó hacia 1748, y lo trajo a Europa, donde lo estudiaron químicos británicos y franceses en el sXVIII.
Benjamin Franklin (1706-1790) fue, además de político, filósofo y Padre Fundador de los Estados Unidos, el más destacado científico de las colonias británicas en América del Norte y luego de los Estados Unidos. En ciencia se hizo famoso por sus estudios de electricidad atmosférica y fue el inventor del pararrayos, como hemos mencionado antes.
La occidentalización y la introducción de la ciencia en Japón, sin embargo, tiene lugar mucho más tarde, en el s XIX, pues coincide con las reformas de la Restauración Meiji, la revolución política de 1868, que provocó el fin del período Edo y comenzó una era de grandes cambios políticos, económicos y sociales, llevando a la modernización y occidentalización del país, que permitieron que Japón se convirtiera en una gran potencia internacional. El primer contacto de Japón con occidente está representado en un fresco de la “Maison du Japon”, en la ciudad universitaria de París, titulado “La llegada de los occidentales a Japón”, pintado por Fujita en 1929, y que se recomienda vivamente visitar, si se tiene ocasión (al margen de cualquier discusión sobre la historia de la ciencia).
La ciencia en China podría haberse desarrollado antes, pues ya había científicos chinos trabajando en física atómica a principios del s XX, muchos de ellos en Estados Unidos, pero la “Revolución cultural” de 1966, inspirada en la reeducación comunista de los intelectuales, supuso un retroceso brutal y no solamente en ciencia, sino en muertes por hambre, luchas violentas y purgas políticas. Solo después ha podido China levantar la cabeza en ciencia, si bien ahora avanza a pasos agigantados y su capacidad científica podría superar en breve al la del resto del mundo.
Otras partes de Asia (como la India), África y “El Pacífico” también se suman a la ciencia a través de la colonización europea, con todas sus crueldades, pero ya en los siglos XIX y XX. Con este panorama no veo cómo estas regiones y países han podido contribuir al nacimiento de la ciencia de manera eficaz e independientemente de Europa, pues no se han sumado a ella hasta muy recientemente.
Sé que, antes de criticarlo, debería leer el libro de Poskett, ya que, sin leerlo, mis comentarios solamente pueden referirse a la interpretación que hace de él la reseña periodística y que quien la ha hecho quizá tampoco lo ha leído, pero ¡es tan fácil de contestar a las afirmaciones que hace esta reseña! que no puedo contenerme. Veamos las contribuciones de “…los científicos de África, América, Asia y el Pacífico” al nacimiento de la ciencia. Puesto que al parecer los únicos científicos de Europa son los que ha citado previamente, y que figuran en la figura de la cabecera de esta entrada del blog, ahora nos ilustra con todo lo que aprendieron de los no europeos:
1.- “Copérnico confió en técnicas matemáticas que tomó prestadas de textos árabes y persas”. ¿Y? ¿Fue esto decisivo para algo? ¿Los persas eran los únicos de la antigüedad que habían desarrollado las matemáticas? Euclides era griego, pero ¿europeo o egipcio de Alejandría?, ¿y no contribuyó nada? ¿La idea del heliocentrismo fue también oriental? ¿árabe, quizá? ¿O persa?
2.- “Cuando Newton estableció las leyes del movimiento, se basó en observaciones astronómicas realizadas en Asia y África”. No se si se refiere a la gravitación o a la dinámica. Parece que a la gravitación, por lo de las medidas astronómicas, es decir al movimiento de los planetas. Pues bien, no es verdad que utilizara las medidas de Asia y África (¿Alejandría quizá?, aunque toda la ciencia de Alejandría, Eratóstenes por ejemplo, era griega, ¿no?). Newton se basó en las leyes descubiertas por Johannes Kepler (alemán), que a su vez se basó en las medidas de Tycho Brahe (danés), que robó a la muerte de éste.
3.-“Cuando Darwin estaba escribiendo El origen de las especies, consultó una enciclopedia china del siglo XVI”, y probablemente cientos de libros europeos y americanos, pues para esas fechas (El origen de las especies se publicó en 1859) América ya tenía ciencia europea instalada. En todo caso, no creo que hubiera ningún libro de ciencia japonés disponible para Darwin en 1859, pues Japón estaba aún en un régimen medieval.
4.- “Cuando Einstein estaba estudiando mecánica cuántica, se inspiró en el físico bengalí Satyendra Nath Bose”. Esto, que así contado resulta impactante, pero inexacto, ocurre ya entrado el s XX, por lo que evidentemente la ciencia, nacida en Europa mucho antes, era ya patrimonio mundial. Pero la cosa en realidad sucedió así: Einstein había extendido la hipótesis cuántica de Planck y utilizado el concepto de fotón o “quanto” de energía electromagnética para explicar el efecto fotoeléctrico en 1905, lo que le valió el premio Nobel en 1921, una vez que su hipótesis había fructificado y se había utilizado (por Niels Bohr) para explicar las transiciones entre estados cuánticos en el átomo de hidrógeno, lo que dio nacimiento a la mecánica cuántica. El comportamiento estadístico de los fotones introducidos por Einstein, fue estudiado, en 1924, por Satyendra Nath Bose, tras una conferencia en la universidad de Dhaka (entonces en la India británica, ahora en Bangladesh), donde se le ocurrió la idea, al cometer un error que hacía la teoría compatible con los experimentos. Sin embargo, su artículo sobre la nueva teoría, enviado al “Philosophical Magazine” inglés, fue rechazado por los revisores. Entonces Bose se lo envió a Einstein rogándole que le ayudara a publicarlo en el “Zeitschrift für Physik”. Einstein tradujo personalmente el artículo al alemán y lo acompañó de otro artículo suyo. El trabajo de Bose ganó reconocimiento gracias al artículo de Einstein, que lo apoyaba, y ambos se publicaron conjuntamente en el “Zeitschrift für Physik”. Einstein aplicó posteriormente esta estadística a los átomos en dos artículos más y desde entonces las partículas que obedecen la estadística de Bose-Einstein se llaman “bosones”. Todas ellas tienen espín cero o entero. El nombre de bosones fue adoptado a instancias de Paul Dirac, quien desarrolló, junto a Enrico Fermi, la otra estadística cuántica, la de Fermi-Dirac, aplicable a los “fermiones” o partículas de espín semientero. La estadística de Bose-Einstein se ha aplicado luego a la superfluidez, a la superconductividad y, más recientemente, a los famosos “Condensados de Bose-Einstein” o “súper-átomos”, que hicieron ganar el premio Nobel de 2001 a Cornell y Wieman, de la universidad de Colorado, y a Ketterle del MIT.
Me parece, pues, que la frase: “cuando Einstein estaba estudiando mecánica cuántica, se inspiró en el físico bengalí Satyendra Nath Bose” no describe con propiedad la historia de los bosones.
El libro sigue, al parecer, con el “trabajo de los científicos ignorados por la historia” que se concretan en un africano (de nacimiento) un japonés y un chino, éstos últimos ya en el s XX. El primero eds Graman Kwasi (sXVII), descrito como “botánico africano”, nacido en territorio de la actual Ghana, fue esclavizado y llevado, siendo un niño, a la Guayana holandesa, o Surinam, donde trabajó, efectivamente, en botánica, dando nombre al género de plantas “Quassia” de la familia de las “Simaroubaceae”. Obtuvo su libertad en 1755 y en la década de 1760 llegó a ser dueño de una plantación. Un retrato suyo se encuentra en la “Huntington Library and Art Gallery”. Estos son datos de la Wikipedia, por lo que no parece que haya sido muy “ignorado por la historia”.
El segundo es un físico japonés (finales del sXIX y principios del XX) “Hantaro Nagaoka, que describió por primera vez la estructura del átomo” y propuso un sistema saturniano, con anillos electrónicos. Sin embargo, su modelo era inviable por ser totalmente inestable, y su primacía sobre el átomo “planetario”, contestada al menos por otros dos físicos: Jean Baptiste Perrin (Francés, 1901) y Joseph Larmor (Norirlandés, 1897). En todo caso, Rutherford cita a Nagaoka en su trabajo de 1911, donde informa del descubrimiento experimental del núcleo atómico y sus características, o sea que no estaba tan olvidado. Yo también conozco algo de Nagaoka, pues tras su graduación en la universidad de Tokio, trabajó en la magnetostricción, un tema magnético en que yo he trabajado, durante casi 50 años. Hay que citar también que, una vez graduado en Tokyo, Nagaoka se formó en Berlin, Munich, y Vienna, donde conoció las características de Saturno y sus anillos.
Y finalmente “Zhao Zhongyao, el chino del siglo XX. físico que descubrió la antimateria (pero cuyo colega estadounidense recibió el premio Nobel)”. Parece que Zhao Zhongyao, o Chung-Yao Chao, encontró resultados extraños en la dispersión de rayos gamma en plomo, cuando estaba realizando su tesis en 1930, bajo la supervisión del premio Nobel norteamericano Robert Millikan en el California Institute of Technology (Caltech) y observó los positrones pero no se dio cuenta de qué eran. Carl David Anderson, un compañero de Chao en el mismo laboratorio, con el que había comentado sus resultados, si descubrió que eran positrones en 1932, gracias a añadir un imán al experimento para determinar la carga de las partículas creadas, y recibió el premio Nobel por ello en 1936. Chao no compartió el premio Nobel, pero acabó su tesis y volvió a China. Mala pata por no andar listo. Estas cosas han paso muchas veces y con otros muchos científicos más olvidados que Chao, pero occidentales.
En fin, en esta corta lista final no aparece ninguna mujer “olvidada” pues en todo caso serían europeas o, mejor dicho, occidentales, que las hubo y bastantes. No imagino científicas africanas, chinas ni japonesas a principios del s XX, e incluso con dificultad ahora, ya en el s XXI, se llega a encontrar alguna, así que es difícil que hayan sido olvidadas, pero me parecería un tema interesante de historia de la ciencia leer sobre las mujeres de la antigüedad, como la alquimista egipcia María (la del “baño maría”), Hipatia de Alejandría y quizá otras que no conozco, hasta llegar a Marie Slodowska Curie.
Por otro lado, al releer lo que he escrito me parece que lo que no voy a leer es el libro de Poskett, aunque me lo regalasen. Me disculpo ante él pues he podido fiarme demasiado de la reseña, que probablemente exagera el contenido del libro, pero me parece incontestable que la ciencia nació en Europa en el s XVII. O sea, que niego la mayor, es decir que la ciencia no comenzó en Europa, lo que, en lógica, invalida la conclusión del libro.
Una última maldad por mi parte. ¿Qué pasa con los ingleses? Cuando Gran Bretaña dominaban el mundo no tenían muchos miramientos con el respeto a las minorías locales. Al parecer ahora tienen muchos remordimientos y algunos intelectuales quieren resarcir a los pueblos que maltrataron, como quisieron resarcir al proletariado local cuando la Inteligencia de Cambridge se volcó a espiar a su nación en favor de la URSS. Desgraciadamente los errores del pasado no se remedian con gestos de la élite, como tratar de autoinflingirse un castigo a toro pasado. En otro aspecto también de expolio ¿Devolverán los frisos de Fidias del partenón ateniense algún día? ¿O no consideran a Grecia víctima de sus expolios, y se quedarán con la obra de Fidias sine die?. Pero como decía, esto no es mas que una maldad por mi parte.