Una amiga, catedrática de Hª del Arte, me pasa un artículo sobre Ciencia y Arte publicado en un periódico nacional de amplia tirada*). El artículo me parece muy pobre y poco documentado.
Empieza mal, así:
“Tendemos a entender que arte y ciencia son dos conceptos opuestos, pero esto se debe a la dolorosa incapacidad de nuestro sistema educativo y académico…”
No tendemos a ello por defecto de nuestra educación, sino que en realidad Ciencia y arte son dos visiones contrapuestas de la realidad (¿naturaleza?) Esto no tiene nada que ver con nuestro sistema de enseñanza, sino con sus características, que convendría analizar antes de pontificar. Ciencia y arte pretenden objetivos muy distintos. La Ciencia pretende comprender y predecir los fenómenos naturales. El arte pretende provocar emociones (en general agradables, pero no siempre) en el espectador o usuario. El método científico pretende pues asegurar la fidelidad de su descripción a la realidad externa al sujeto que la produce y la utiliza. El método “artístico” pretende sin embargo asegurar la excitación de sensaciones internas y se refiere, tanto en el caso del autor como del espectador, a una realidad interna y subjetiva, si esto puede denominarse realidad. Qué duda cabe de que las cosas agradables a una mayoría de humanos (y animales no racionales) pueden sistematizarse en cierto modo, pues responden a reacciones bioquímicas en nuestro organismo. Esta sistematización del arte constituye el “canon” clásico de las proporciones de dimensiones en arquitectura o pintura, o las relaciones de frecuencias de las armonías musicales, etc. Sin embargo, el “canon” es transgredido a menudo en el arte. En particular en cada “revolución” o “avance” de la actividad artística. Por otra parte, es imposible seguir considerando Ciencia a una actividad que transgrede el “canon” científico. Éste supone la comprobación independiente, por otros científicos, de la concordancia entre las hipótesis o teorías de un autor y los experimentos, es decir con la realidad objetiva externa a los sujetos implicados.
Así, si el autor del artículo que comentamos ha sido educado en la profunda diferencia entre Ciencia y arte, ha sacado una conclusión acertada de su instrucción, aunque ya no se acuerde de por qué. Dicen que la cultura es lo que queda cuando se olvida todo lo que aprendemos en el Bachiller. Debe de ser su caso.
Pero lo que sigue en el artículo es peor. Sobre la teoría de la gravitación de Einstein, por ejemplo, dice:
“…. La teoría dice: de una manera insuperable ecuación físico John Archibald Wheeler: la materia le dice al espacio cómo doblarse y el espacio le dice a la materia cómo moverse. Es la teoría gravitacional que superó a la de Newton en muchos decimales al predecir lo que sucede en el cosmos -el tiempo y el espacio se expanden o contraen, propagan ondas gravitacionales y forman agujeros negros- y constituyen uno de los principales hitos de los científicos de la historia. Pero también es una obra de arte, movida más por la imaginación que por la observación, dotada de una consistencia propia similar a la de una gran novela o un cuadro perfecto. La relatividad es la Chicas de Ciencia.”
Aparte de frase inconexas y gramaticalmente incorrectas, que tampoco catalogaría de artísticas, este párrafo tiene afirmaciones bastante peregrinas, ¿puede que sean artísticas? Me encanta en especial lo de: “… es una obra de arte, movida más por la imaginación que por la observación”.
EnCiencia, existe siempre un momento de “creatividad” en que un autor establece una hipótesis. Este momento es fundamental, pero no hay procedimiento (protocolo) para que se le ocurra la hipótesis. Es realmente un acto de creación similar al de un artista cuando se le “ocurre” una melodía, una composición pictórica, una forma escultural…etc. Pero el paralelismo no pasa de ahí. Luego, en la Ciencia, hay un protocolo de aceptación de la hipótesis, teoría o “modelo” y en eso consiste la Ciencia, en aplicar estas reglas a las “ocurrencias” de los científicos (ver el esquema del método científico). Esto no sucede en el arte, donde la fidelidad a la realidad (incluso la perspectiva) pueden ser violadas y la armonía musical destrozada (por técnicas dodecafónicas o similares), sin perder el carácter “artístico” de la obra, es decir, sin dejar de ser arte.

La expresión “dotada de una consistencia propia similar a la de una gran novela o un cuadro perfecto”, referida a la teoría de la gravitación de Einstein, es entonces muy contradictoria. Primero porque si una teoría científica no es “consistente” difícilmente podrá dar cuenta de la realidad externa al sujeto y dejaría de ser Ciencia. Por otra parte, obras de arte consagradas son poco “consistentes” en cuanto a su ajuste al “canon” artístico anterior a la obra y precisamente por ello supone una innovación (muy distinta a la de superar en muchos decimales al arte anterior).
No voy a seguir, pues estoy a punto de tener que comentar una tendencia creciente entre algunos “científicos” modernos que pretenden “colar” como auténtica Ciencia teorías no solo no comprobadas, sin manifiestamente incomprobables, sea por su dificultad matemática para hacer predicciones, véase la Teoría de cuerdas, o por que alguna de sus hipótesis de partida las hace directamente incomprobables. Por ejemplo, la hipótesis de los Multiversos o universos paralelos, pero completamente desconectados entre sí y por tanto inaccesibles a cualquier comprobación “cruzada” entre ellos y en particular a cualquier observación desde el nuestro. Dichos “científicos” pretenden dar carta de veracidad a las teorías de este estilo basándose en su “coherencia interna” y “belleza de formulación”. Esto equivaldría a elevar las cualidades artísticas a categorías científicas, en clara contradicción con la base misma de la Ciencia.
Un científico “arrepentido” por el tiempo que había dedicado en vano a alguna de estas teorías incomprobables, decía que no deben incluirse en la Ciencia y por tanto no deberían enseñarse en las Facultades de Ciencias, sino, quizá, en las de Filosofía o, mejor aún, en las de Teología (Divinity en inglés). Coincido con su opinión, pero propongo también añadir las Facultades de Bellas Artes para difundir, si acaso, tales teorías.
*) Siguiendo el consejo clásico de: “Se dice el pecado (¿y la virtud?) pero no el pecador (o el virtuoso/a)”, he eliminado toda referencia a nombres propios, excepto aquellos como Einstein, bien conocidos y poco criticables, o criticados, al menos en el presente escrito.