«Fake News» en Ciencia

Ya hablamos recientemente en este blog (entrada del 14 de diciembre: “Fusión nuclear: se le espera, pero llegará un poco tarde”) de la sorprendente noticia sobe el avance en energía de fusión del Departamento de Energía de EEUU, que no era tal.

Hace unos días pareció la noticia de que el núcleo de la Tierra se ha frenado y comenzaba a girar en sentido contrario:

– El País, 23 de enero: El núcleo de la Tierra se ha frenado

El estudio de cientos de terremotos muestra que la capa más interna del planeta ha perdido velocidad y girará en sentido contrario a la superficie, lo que puede acortar el día e influir en el nivel del mar

Cosa que, leyendo con detalle, se ve que no es tal, o sea, una “fake” disfrazada de “parece que algo hay de eso”, pero en realidad NO!

Poco después me desayuno con esta otra noticia espectacular:

– ABC, 26 de enero: Observan el hielo más frío del Universo, y contiene los elementos básicos de la vida

El Telescopio Espacial James Webb consigue observar las moléculas heladas de la nube molecular Camaleón I, a 500 años luz de la Tierra. Están a menos 263 grados centígrados y contienen agua, dióxido y monóxido de carbono, metano y amoniaco …

Claro que lo que no dice la noticia es que estas moléculas simples son las que abundan en todo el universo en nubes de gas, polvo, nebulosas, e incluso en las coronas de la mayoría de las estrellas, por lo que el que se detecten en Camaleón I no tiene nada de noticia.

Por esto he titulado esta entrada “Fake news”. Aunque esta vez el titular no es falso, la forma de presentarlo lo es, y parece que es una gran noticia, aunque ni siquiera debería ser una noticia. Es como si se publicas una noticia tal como: “Un matrimonio de Elorrio va a por setas (en temporada de setas) y encuentra varias”.

Dentro de la noticia que comentábamos, aparece un enlace a esta otra:

El sucesor del James Webb que puede hallar vida en otro planeta

La NASA planea el Observatorio de Mundos Habitables (HWO), un nuevo gran telescopio espacial para rastrear firmas biológicas en 2040

Leyendo el artículo se da uno cuenta de que, realmente, se sabe muy poco de “cómo será el HWO, ni siquiera su aspecto, y tampoco tiene un presupuesto asignado.”

Pero, eso sí, “… Está previsto que el HWO observe en los espectros óptico, ultravioleta e infrarrojo [para] detectar y caracterizar 25 exoplanetas situados en zonas habitables …, y buscar firmas biológicas (evidencias de vida).”

Aunque para ello: “…necesitará bloquear la luz de … estrellas 10.000 millones de veces más brillantes [que su planeta].”

Claro que: “… hoy no existe ningún instrumento construido o en construcción que pueda hacerlo”

O sea, esta vez es un hermoso futurible que, desgraciadamente, algunos ya no veremos, aunque se lograse fabricarlo y lanzarlo al espacio sin retrasos, en la fecha prevista. O, con retraso, pero al menos algún día. Y, por supuesto, no parece que haya ninguna garantía de que realmente encuentre planetas habitados, ya sea solamente por bacterias o similares.

El caso es copar portadas. Y las evidencias de vida extraterrestre son muy atractivas para el público, aunque realmente no vayan a tener ninguna repercusión en los próximos siglos. Camaleón, por ejemplo, está a 500 años luz por lo que cualquier cosa tarda 500 años en llegar de allí aquí, y viceversa, y aunque algunos exoplanetas estén más cerca, tampoco es como para “hablar” con ellos, con retrasos de un siglo o más entre pregunta y respuesta, si es que hay alguien allí y podemos comunicarnos con ellos de alguna forma comprensible.

En lo que quisiera centrarme, de hecho, es en las noticias científicas sin ninguna relevancia, aumentadas y adornadas de falsas expectativas, cuando no descaradamente falsas, que empiezan a aparecer cotidianamente en la prensa no especializada.

Algunos medios han reaccionado suavemente, como QUO que publicó, al filo del cambio de año, el siguiente artículo: “Lo que pocos cuentan de los hallazgos científicos del año 2022” (https://quo.eldiario.es/ciencia/q2212337888/lo-que-pocos-cuentan-de-los-hallazgos-cientificos-del-ano-2022/) donde se aclara que la noticia del Departamento de Energía de EEUU, sobre la fusión como fuente de energía limpia, barata e inagotable, “no es sino un paso mas, que faltan décadas para conseguirlo y que incluso entonces, no vamos a tener energía gratis y limpia a partir de un cubo de agua”. O que el telescopio orbital James Webb no verá nunca el Big Bang, a pesar de todos los titulares de prensa.

La deriva de las exigencias a la ciencia ha propiciado estas noticias “imaginativas” propagadas por todos los institutos (Como la NASA) que necesitan presupuestos públicos para funcionar.

La trayectoria, desde que la conozco, es que se han ido aumentando las exigencias de publicidad para todos los implicados en la ciencia y la academia. Cuando terminé mi carrera y comencé la tesis doctoral, la exigencia era: publicar. En aquella época, al parecer, había no pocos catedráticos en la universidad española que no habían publicado nada, aparte, quizá, de su tesis. Claro que la revista “Anales de Física”, donde se publicaban algunas cosas de nuestro campo, no era precisamente de gran difusión, por lo que acabó desapareciendo.

La siguiente exigencia al mundo científico-académico fue, por tanto: publicar en el extranjero. Con la tesis todos comenzamos a hacer pinitos en inglés, lengua del imperio, que había ya barrido de la Ciencia, y de casi cualquier ámbito, al francés y al alemán y a la que incluso se traducían sistemáticamente las principales revistas científicas rusas (perdón, soviéticas, pero escritas en ruso). Esto supuso un esfuerzo considerable, especialmente para los que habíamos estudiado francés en el bachillerato, pero se hizo.

Cuando ya se consiguió publicar algo en inglés en revistas internacionales, se aumentó la exigencia. Pasó a ser: publicar en inglés, mucho.

La exigencia de publicar mucho era ya clásica en el mundo anglosajón, que ha cuñado la famosa sentencia de “publish or perish” (publica o perece) que se incrementa a pasos agigantados. Pronto se vio que esta exigencia había propiciado una inflación de publicaciones, que se acomodaban a la situación impuestas mediante la técnica de la “rodaja de salchichón”. Ésta consiste en hacer “rodajas” de un trabajo de forma que cada una contenga “la menor parte publicable posible” de dicho trabajo, y multiplicar así las publicaciones para engrosar los curriculums (creo que es mas correcto decir “curricula”).

Como todo este cúmulo de publicaciones hacía más penoso el trabajo de los evaluadores (y evaluadoras) de proyectos y méritos para oposiciones o concursos de plazas, se empezaron a distinguir las publicaciones “buenas” de la “morralla”, para lo que se instituyeron los “indicios de calidad”, que quedaron finalmente reducidos al índice de impacto (o número de citas promedio por artículo) de la revista donde estaban publicados los trabajos. La consigna era pues: publicar (mucho y en inglés) en revistas de alto índice de impacto.

Estas revistas están clasificadas en “rankings” y se exigía publicar en el 25% de mayor impacto, el “primer cuartil” o “Q1”. Esto ha subido ya al “primer decil” o “D1”, es decir, en el 10% de mayor impacto. Pronto llegaremos a necesitar publicar en el 1% de mayor índice de impacto para merecer atención o simplemente empezar a evaluar un proyecto o una solicitud de plaza.

La presión se ha hecho agobiante. Peter Higgs, premio Nobel de Física de 2012 por la partícula que lleva su nombre, el bosón de Higgs, es conocido por la calidad de sus contribuciones, aunque no por su volumen. En una entrevista reciente, afirmaba que no podría haber encontrado suficiente paz y quietud en el sistema académico actual para hacer lo que hizo en 1964, y que hoy no podría haber obtenido un puesto académico, por no ser suficientemente productivo para los estándares exigidos.

Una chanza que se propagó hace unos años en el mundo académico, explicaba que:

A Dios no le aprobaron su proyecto de investigación, porque el informe de los evaluadores mostraba las siguientes deficiencias en su Curriculum:

– Solamente tiene una publicación y no está en una revista del Journal Citation Reports

– Además hay serias dudas de que la escribiera él solo

– Su publicación es muy antigua y no ha publicado nada en los últimos 10 años (ni en los últimos 100 siquiera)

– Es cierto que tiene muchas citas, pero tampoco están en revistas del JRC

– El logro que reclama (la creación del mundo) es indudablemente de gran importancia, pero no se explica cómo lo hizo, ya que su publicación carece del apartado de “materiales y métodos”

– Además sus resultados no ha podido ser reproducidos por ningún otro investigador hasta el momento.

Con este ansia de publicar, el negocio (de las editoriales científicas) estaba a la vista, y empezaron a aparecer revistas que te admitían un trabajo (pagando, claro) y conseguían índices de impacto interesantes para la promoción de sus autores o la institución. Estas editoriales (muchas basadas directa o indirectamente en China) son en general de acceso abierto (open access) y cobran por la publicación. Parecía que sus prácticas distorsionaban el panorama, dando altos puntos de impacto a publicaciones pagadas, aunque irrelevantes, pero son difíciles de discernir en el total de editoriales científicas. De hecho, en 2021 hubo un intento desde la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA), de desenmascarar las editoriales “depredadoras”, como se las suele llamar, analizando las características de autocitas para aumentar el impacto, promociones a los autores si conseguían atraer nuevos “clientes” y publicaciones, etc. El informe de dicho estudio se titula: “Análisis bibliométrico e impacto de las editoriales open-access en España”, y es accesible en:

https://www.aneca.es/documents/20123/48615/210930_Openaccess.pdf/ec4d9d10-4704-f72e-1ae4-e1ce26f80b58?t=1666942928086

Pero este intento fracasó, pues algunas revistas de las más prestigiosas, como Nature, Science, el New England Journal of Medicine, y el Physical Review Letters, aparecían en la “zona roja” de “malas prácticas”, mientras otras, también muy apreciadas, como Physical Review B,C y D escalaban hasta la “zona negra”, en la que las malas prácticas son sistemáticas.

Por otro lado, varias revistas, “sospechosas” en principio, y que habían motivado el estudio, se encontraban en una cómoda posición intermedia, rodeadas de revistas tradicionales, bien consideradas. Es decir que estas prácticas “no son nada personal, son solo negocios” y esto rige a todos los niveles.

Recientemente se ha destapado el negocio de ciertas editoriales o “fábricas de artículos” que, a cambio de dinero, ofrecen la publicación sin ni siquiera tener que escribirla. Ellos lo hacen por ti, lo mismo que si necesitas un Trabajo Fin de Grado, de Master o incluso una Tesis Doctoral. El artículo de “El Confidencial” ( https://www.elconfidencial.com/tecnologia/ciencia/2022-12-26/talleres-clandestinos-investigaciones-falsas_3546695/) cuenta cómo unos periodistas contactaron con varias editoriales y consiguieron una oferta para poner dos autores en un artículo a cambio de 19.000 Euros. No llegaron a pagar, pero vieron el falso artículo publicado, con otros nombres, en una revista de Bioquímica. Estas prácticas se han multiplicado en los últimos años y engrosan el número de artículos retirados de las revistas por plagio o falsedad, que crece rápidamente, aunque para cuando se retira el artículo, el mal ya esté hecho (y la evaluación superada). Algunos de estos artículos los venden bandas organizadas a médicos chinos que los necesitan para ascender. Pero otros provienen de centros como el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido.

Pero la cosa se sigue complicando, y ahora ya se pretende que la investigación tenga una repercusión en los medios de comunicación social. Es decir, en los periódicos e incluso en redes sociales. Pronto quizá haya que tener también más de 10.000 seguidores en TikTok para poder presentarse a una plaza de profesor o investigador, o simplemente conseguir una beca para hacer la tesis.

A mi juicio, esta carrera de popularidad, que ya ha infectado la prensa científica especializada, es la que lleva a la publicación de tonterías, cuando no de falsedades, en la prensa diaria, YouTube, y otras formas de llegar al público en general. Me temo que va a desacreditar a la ciencia y a los científicos pues al cabo de cierto tiempo nadie creerá estas noticias, como ya no nos creemos las noticias y declaraciones de los políticos. Aunque ya a mi no me vaya a influir, pues ya he pasado al estado de “jubileta”, me parece triste caer en las mismas maniobras de charlatanes que hemos pretendido desmontar a lo largo de muchos años.

¡La Ciencia es otra cosa! (O lo era hasta hace poco)

Publicado por Manu Barandiaran

Profesor emérito de la Universidad de País Vasco

Un comentario en “«Fake News» en Ciencia

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: