Os paso un brevísimo relato que hice hace unos años sobre Bilbao en un planeta bajo los efectos del cambio climático
La figura original mía ha sido (muy) mejorada por ChatGPT, para esta ocasión
Que la disfrutéis
Dice la historia que en el siglo XXI en Bilb-hao se comía muy bien. Pero esto es historia. Hace ya más de un siglo que grandes zonas de Bilb-hao, antes habitadas, están sumergidas, tras el deshielo. Desde entonces Bilb-hao es un archipiélago, hay que desplazarse en voladoras y la comida ya no es la que era. Había sabido hace poco, sin embargo, que en la isla Be-gon-ha hay un sitio donde se puede comer algo más que el consabido puré de hongos y algas con proteína de insecto. Acababa de cerrar un asuntillo y me encontraba con algo de efectivo no rastreable. Pensé darme un gusto.
El acceso a Be-gon-ha es complicado por la proliferación de hu-lais, así que he tenido que hacerme acompañar por un par de «expertos» de la zona. Los muchachotes me van a costar un dinero, pero la seguridad es fundamental para disfrutar de una buena comida ¿No? Enfilamos las 5 torres de 2200 y la imponente estatua del Bilb-hao-Budha de 2172 que domina la basílica cristiana del XIX. Con la excitación del momento no me percaté de que el más alto y voluminoso de mis «expertos», Ha-bier, estaba nervioso y miraba mucho a su izquierda, pero Ha-sier, sí que estaba atento y lo entendió enseguida, Ha-bier nos había tendido una trampa. Cuando aparecieron los seis tíos como armarios fue muy rápido: paralizó a Ha-bier con un impulso electromagnético neuronal y nos cubrió a los dos con el escudo de fuerza e invisibilidad que ya tenía preparado. En pocos segundos estábamos fuera del alcance de los asaltantes. Por fin comeríamos.
El restaurante estaba muy probablemente bajo el nivel del agua, pero no había humedad ni olores. Un asesor se acercó inmediatamente con pasos suaves y nos dio la bienvenida, nos acomodó y nos «cantó» el menú. Efectivamente era distinto. Había «carne», aunque no especificó de qué tipo. Nos recomendó un vino sintético para acompañar la carne. El aperitivo de alcohol marino nos ayudaría a abrir el apetito, ya excitado por los acontecimientos previos. Fue estimulante desde el primer trago.
Cuando nuestro asesor culinario se alejaba hacia la cocina empecé a verlo todo borroso y verde. Ha-sier debía estar pasando por lo mismo, pues intentó levantarse pero cayó al suelo pesadamente. Yo me agarré a la silla para mantenerme firme y sentada a toda costa, pero ya era demasiado tarde y me fui deslizando hasta caer también. Una horrible certeza me invadió: La «carne» del menú ¡iba a ser yo! una pobre chica de Bilb-hao que solo quería comer bien.